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23 abril 2020

Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor

Rodrigo Gamboa Coto, docente de Español

A propósito de la celebración del Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor, y en la coyuntura histórica en la que se encuentra nuestro país y el mundo entero, es oportuno rescatar principios importantes en la valoración del libro como una manifestación humana de sensibilidad creadora y de perenne conocimiento.

El libro es la evidencia del arte

La literatura ha evidenciado la evolución de la humanidad. Es, a través de los textos literarios, que es posible reconocer las grandes vicisitudes del espíritu humano, los goces que han trascendido el devenir de la historia, los sentimientos que solamente lograron definirse en el encuentro íntimo con el lector, las derrotas y las victorias sublimes de los pueblos guerreros que forjaron una memoria colectiva. Las más grandes historias de amor, el andar de un caballero de Triste Figura por un mundo desigual, la conciencia de lo efímero y de lo esencial solo ante los ojos en un pequeño príncipe lleno de preguntas, el majestuoso romance oscuro de un hombre convertido en un monstruo por culpa del simbolismo francés o la Revolución Industrial, la poesía azul de Darío, el cuento fantástico de Cortázar, la real e imaginaria coincidencia de Macondo en una América que aprendía a despojarse de sus primeros dolores, toda la evidencia de una vida se ha escrito en los ojos de la literatura.

Pero, ¿qué leemos hoy? ¿Qué es lo que apasiona la retina de nuestros jóvenes? ¿Cuánto estaremos realmente apreciando de nuestra historia? El libro no es una simple asignación, no es un derrotero llano para una simpleza académica; es la oportunidad de adentrarse en el interior del espíritu y encontrar las pistas de un presente que cambia intempestivamente y la probabilidad de comprender un futuro que se encuentra en ciernes.

El libro es la evidencia del conocimiento

La construcción del conocimiento ha sido un proceso que ha evolucionado de manera dramática. Las fuentes primarias del investigador reposan en los textos que, en las diferentes disciplinas, han constituido un patrimonio invaluable.

No obstante, el mismo avance tecnológico y la manera de comprender el contexto que rodea a la humanidad hoy han generado que la información sea vasta, en efecto, y al alcance de todos. ¿Estamos realmente preparados para leer y discernir críticamente toda la información que pulula en diferentes medios? No se trata de la romántica idea de no relevar abiertamente el libro físico por el equivalente digital, de no favorecer la consulta de artículos electrónicos sobre textos físicos. Se trata de la identificación de la información pertinente y de la construcción de un criterio con base en argumentos válidos. Es, en consecuencia, encontrar la manera de interpretar las señales históricas de nuestro tiempo, prever las consecuencias de los eventos acaecidos o por suceder y evidenciar nuestra acción en el curso de la historia.

La defensa de la propiedad intelectual, así como la defensa del idioma y, por extensión, de nuestra identidad son valores que deben forjarse desde nuestra actividad académica. El respeto a las ideas de los demás debe concurrir con la capacidad de discutirlas asertivamente en los diferentes ámbitos de nuestra vida en sociedad. La discusión es el preludio de la formación de nuevo conocimiento, es el aporte inobjetable sobre el desarrollo de la realidad objetiva y la clara explicación de los eventos que nos definen. El aprecio y el respeto por nuestro idioma español, el respeto y el conocimiento de nuevas lenguas no riñen con el desarrollo, lo vuelven asequible. Es, en el encuentro íntimo con el libro, que recobramos el camino a la consolidación de nuestra identidad como pueblo, como ciudadanía universal.

En el marco del desafío histórico en el que nos encontramos, la educación ha debido encontrar sobre la marcha la manera de encumbrarse, una vez más, como el referente para el abrigo de la esperanza. Por lo tanto, hoy es un buen día para enarbolar la fe de que las decisiones emprendidas habrán de repercutir en la historia permitiéndonos, a través del arte, del conocimiento, de la lengua y de nuestra identidad la oportunidad de reinventarnos y avanzar. Los libros, entonces, brindarán testimonio, una vez más, de este maravilloso capítulo de nuestra existencia.

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